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Una Revolución no concluida
Redacción
20 de Noviembre de 2014

    Aniversario 104 de la Revolución Mexicana, movimiento armado que no alcanzó la dimensión esperada, porque los caudillos primero, luego la clase política autoritaria, detuvieron sus premisas de justicia social y democracia

    Se cumplen, hoy, 104 años en que miles de mexicanos iniciaron por ideales, sed de justicia, anhelos de igualdad social, el movimiento trascendente de la Revolución Mexicana.

    El país se convirtió en un revuelo de pólvora y herraduras, de sangre derramada que abonaba el surgimiento de un nuevo México, luego de la dictadura de Porfirio Díaz por 34 años.

   Más de un millón de mexicanos, sobre todo campesinos, aportaron su esfuerzo y sus vidas anónimas con la seguridad de que el estallido violento, sería, finalmente, semilla y luz para un futuro promisorio en la patria de Hidalgo, Morelos, Juárez.

    Se cumplen, pues, 104 años de uno de los pasajes más trascendentes en la historia nacional, y a estas alturas, las generaciones actuales de mexicanos pueden sopesar con madurez los resultados de aquellas luchas, y medir desde la perspectiva de la realidad social, si la Revolución cumplió su propósito, o fue una convulsión escindida, de la que sacaron provecho los prohombres de ese tiempo, reclamando cuotas de poder político y económico desde el núcleo de los caudillajes, desde la ambición de los generales que cobraban su participación en la lucha armada, demostrando su ausencia de ideales.

   Creo que la Revolución quedó trunca. Que desvío sus propósitos. Que equivocó su camino. Y que a estas alturas de la vida nacional hace falta alimentar esa llama, pero ahora con un gran movimiento pacífico, donde se demuestre el poder de la ciudadanía, la que sea capaz de exigir y transformar; de construir Gobiernos que le sirvan a las grandes mayorías, donde prevalezcan, por encima de los partidos y la fría y ambiciosa clase política, los seres humanos, su huella social, su vocación para enfrentar los grandes retos de los tiempos.

   Se cumplen 104 años de una Revolución no concluida, de un movimiento que privilegió los intereses de los pocos.

   Cananea y Río Blanco, fueron semillas primigenias de la insurrección.

   En el mineral sonorense, hombres como Lázaro Gutiérrez de Lara, Manuel M. Diéguez, Esteban Baca Calderón y José María Ibarra, abrieron cauce a la rebeldía contra la explotación y el autoritarismo norteamericano en complicidad con los gobiernos mexicanos. Y en Río Blanco, Veracruz, los obreros de una fábrica textil, se organizaban contra la opresión. Eran los albores de 1906 y 1907. Tiempo en que se daban las condiciones objetivas y subjetivas en el país, para que reventara la insurgencia del pueblo, en 1910.

   Hoy a 104 años del inicio de tan singular movimiento reivindicatorio, se puede sopesar que sus ideales fueron ensombrecidos por la traición, la ambición, el oprobio, donde la sangre derramada por más de un millón de personas, no logró la consolidación de la justicia social.

   A más de un siglo de distancia, se vuelve evidente que los propósitos que alimentaba el movimiento armado, fueron diluyéndose. Que premeditadamente, durante los regímenes de José López Portillo, Miguel de la Madrid y más acentuadamente en el de Carlos Salinas, la palabra Revolución Mexicana fue proscrita de los discursos oficiales, e incluso, el salinismo acabó con la estructura fundamental del nacionalismo revolucionario, para abrir paso al liberalismo social.

   Actualmente, los conceptos reivindicatorios de la insurgencia de 1910, ya no se escuchan. Solamente se desempolvan cuando el calendario cívico lo señala. Además, artículos fundamentales de la Carta Magna como el 27, fueron reformados (inicialmente por el salinismo, y ahora por el presidente Enrique Peña Nieto y su Congreso) a pesar de que ese precepto constitucional se constituía en alma de los anhelos de justicia social para la inmensa población rural del país, pero también para que no se abrieran los candados de los bienes estratégicos de la nación, como los hidrocarburos, que ya están en subasta internacional.

   Son otros tiempos, pues, donde la globalización de las economías y el libre mercado, se constituyen en los portentosos ejes que mueven al mundo, de acuerdo a las directrices que marcan los países desarrollados. Cauces a los que debe ajustarse el devenir de los pueblos del mundo, y que obligan a conformar una cultura diferente, arrojando como resultado que las nuevas generaciones como la de mexicanos, rebasen las ideas, formas y conceptos de una Revolución centenaria, que se convirtió en pieza de museo, en motivo de análisis y estudios de un tiempo que fue, para deducir que, en realidad, no cumplió con sus fines señeros, porque los caudillos primero, luego la clase política autoritaria, detuvieron el sueño democrático del país, ese mismo que hoy se encuentra bajo sospecha, cuando apenas un mandatario decide hacer pública la realidad de su declaración patrimonial, obligado por la presión popular.

   Le saludo, lector.